Por todos es sabido que la música juega un papel fundamental en el desarrollo de los niños. Favorece la concentración, la memoria, la coordinación motriz y la capacidad de atención sostenida. Además estimula el lenguaje, despierta la creatividad y ayuda a regular las emociones.
¿Pero cómo la trabajamos en El Roser más allá de aprender las notas musicales y las figuras rítmicas?
El espacio Pau Casals
El espacio Pau Casals es el lugar en el que ampliamos la cultura musical, donde bebemos del legado que nos han dejado los grandes músicos que nos preceden i donde la creatividad y la emoción se convierten en sonido. También donde conocemos el poder de la voz y tomamos conciencia sobre los cambios y movimientos que experimenta nuestro cuerpo mientras cantamos.
Durante el tercer trimestre, los niños de los ciclos medio y superior han participado en una actividad muy especial que ha unido creación, escucha, expresión y trabajo colectivo.
Cada uno compuso un compás en 4/4 —una pequeña célula rítmica y melódica— y, por grupos y mediante el azar, estos compases se ordenaron para formar unas piezas musicales únicas.
La magia de esta actividad no termina aquí. Cada niño/a pudo elegir qué instrumento quería tocar. Quienes estudian música fuera de la escuela pudieron llevar su instrumento, enriqueciendo aún más la diversidad sonora del conjunto. Así, oímos trompetas, guitarras, diferentes instrumentos de percusión como carrillones o campanas, flautas traveseras, bajo eléctrico, saxofones, violines…
Todo el proceso de creación y ensayo culminó en una serie de conciertos internos, donde a demanda expresa de los distintos grupos, el único público fueron los propios compañeros. De esta forma, los niños pudieron decidir el grado de exposición de su producción artística.
Trabajando desde el respeto, la toma de decisiones, la escucha activa y la construcción conjunta, este tipo de actividades van más allá de hacer música y se convierten en un espacio de expresión personal, experimentación y conexión con los demás.